jueves, julio 13, 2006

Ginebra

Ginebra es una ciudad de paso entre los Alpes y el Jura. Con mil razas y mil lenguas distintas. Ginebra posee una catedral que se estira oscura en lo más alto de la pequeña colina que contiene. Ginebra es una ciudad de calles caóticas con ángulos extraños y mezclas variopintas, pero de normas cuadriculadas y personas adustas. Hay una fuente que se eleva sobre los edificios y cuyas aguas se recogen en un recipiente del tamaño de un lago. Mil veleros y mil gaviotas lo surcan, y una tribu pintoresca de patinadores lo circunvalan. Ginebra huele a dinero y a mezcla, a mar cerrado y a nieve, a los árboles exhuberantes del verano y a los mercaderes callejeros que florecen con cada fiesta: perritos calientes, kebabs, feijoada, paella, variedades senegalesas, chinas, etíopes... Un millón de francos cuesta olerlo, dos si quieres probarlo. Ginebra celebra un mercado de pulgas los sábados en la explanada de Plainpalais: hay pistolas y clips, armarios viejos y sillas antiguas, tijeras de peluquero y algún gramófono tartamudo. Ginebra tiene el sabor de la decadencia, del eterno lugar de paso... entre los Alpes y el Jura, entre la gente y el dinero, entre mi pasado y tu futuro.