jueves, octubre 12, 2006

Pampanario en la Alpujarra

Por las quebradas encajonadas de la Alpujarra escalan las casas blancas de Pampanario. Por sus vericuetos luminosos murmuran sosegados algunos hippies de la montaña, artistas retirados, turistas perdidos y alpujarreños de quinta generación. Jarapas multicolores a la venta cuelgan de las fachadas. El aire es tan limpio y el sol tan puro que asombra. ¡Piérdete por sus cuestas, bajo sus balcones, sobre sus tejados! Las calles tienen nombres de poetas y sabios. La montaña se abre a la puesta del sol. ¡Asómate al barranco desde sus muretes, sus azoteas, sus fuentes!... Una corriente de agua antigua atraviesa cantarina el pueblo. Y se vierte dulce en el lavadero antiguo y encalado, reluciente. ¡Duermete a su sombra, escuchando sus rumores¡

Por las quebradas encajonadas de la Alpujarra...

domingo, octubre 08, 2006

Ecuador

Hay piedras blancas e iglesias cubiertas de oro en Quito, unas termas a 3000 metros de altitud en medio de montañas vacías en Papayacta, un paseo de 10 personas de la mano con sonido de cascadas de fondo y luciernagas iluminando el incierto camino cerca de Baños, dos cervezas en Riobamba, un helado en Cuenca, un tren cargado de gente que baja y sube la misma vía en Alauí, un brebaje morado en las ruinas de Ingapirca, una barca en Cuicocha entre burbujas de azufre, un pico viejo (rucu) y otro nuevo (guagua) que peinamos a 4800 metros, una minipiscina muy divertida en Vilcabamba, una otavaleña que se esconde detrás de una sábana en su mercado, un pájaro que baila con zapatos azules en Galápagos, dos venezolanos estupendos en un barco. Y una familia formada por el colibrí del Pichincha, Pedro el Grande, mamá Conchita y papá Walter, ...

jueves, julio 13, 2006

Ginebra

Ginebra es una ciudad de paso entre los Alpes y el Jura. Con mil razas y mil lenguas distintas. Ginebra posee una catedral que se estira oscura en lo más alto de la pequeña colina que contiene. Ginebra es una ciudad de calles caóticas con ángulos extraños y mezclas variopintas, pero de normas cuadriculadas y personas adustas. Hay una fuente que se eleva sobre los edificios y cuyas aguas se recogen en un recipiente del tamaño de un lago. Mil veleros y mil gaviotas lo surcan, y una tribu pintoresca de patinadores lo circunvalan. Ginebra huele a dinero y a mezcla, a mar cerrado y a nieve, a los árboles exhuberantes del verano y a los mercaderes callejeros que florecen con cada fiesta: perritos calientes, kebabs, feijoada, paella, variedades senegalesas, chinas, etíopes... Un millón de francos cuesta olerlo, dos si quieres probarlo. Ginebra celebra un mercado de pulgas los sábados en la explanada de Plainpalais: hay pistolas y clips, armarios viejos y sillas antiguas, tijeras de peluquero y algún gramófono tartamudo. Ginebra tiene el sabor de la decadencia, del eterno lugar de paso... entre los Alpes y el Jura, entre la gente y el dinero, entre mi pasado y tu futuro.

lunes, junio 12, 2006

León

La ciudad de León tiene calles empedradas llenas de bebidas y gente con rostros vacíos, sonrientes, explendidos, naranjas, alucinados, extraviados, hermosos, altivos, huraños, sorprendidos, dulces. Tiene porteros de tráfico en sus locales y niñas-mujer de cuerpos generosos detras de las barras. En los bares se exponen sus mods  y sus pijos, sus rockers, sesenteros, los restos de la movida y artistas desconocidos. La música se mezcla. León no tiene nada de especial y lo tiene todo. El camino a casa transcurre entre catedrales góticas y basílicas románicas, columnas de Trajano y murallas medievales.  El cielo anuncia al atardecer estrellas por la noche. El cielo nocturno amenaza con un azul que te encenderá las pupilas. No hay nubes, solo calor y aire puro.

lunes, abril 17, 2006

Camboya

Esta sensación de tristeza que me posee al final del viaje me llena. Estoy ya cansado de aviones y aeropuertos nuevos. Hace 28 días que salí de casa, 15 horas que me despedí de Javi y Osku.

Si hay un país que me ha cautivado en este viaje, ese es Camboya. Camboya es un país de niños y sonrisas, de sol y mujeres bellísimas, es un país fresco, joven pero antiguo, inocente, luminoso. De personas que te dan lo poco que tienen, que sueñan con casas en la playa donde descansar de la dureza del día a día. Camboya es un país donde se puede ser feliz a la sombra de los árboles y templos milenarios. Camboya es el país del Atardecer y la Madera de las gracias mil veces repetidas, Aucún, y despedidas alegres, Leehau. Camboya es un país que se recorre en bicicleta o en moto, despacio, con niños al borde del camino que sonríen si les pitas y saludan felices.

Siem Reap es el pueblo a los pies de selvas llenas de piedras, que al lado de una pagoda recien inagurada tiene el Silk Lounge y el No Name Bar, que son lo mismo y tienen en pocos metros cuadrados buena comida, tranquilidad y una mujer niña que te entretiene con una sonrisa y unos ojos que quitan el hipo.

Me marcho con una pena que crece por momentos cuando recuerdo a mi hermano rodeado de críos, al duro Oscar desmontado por una niña que le dice cualquier cosa, las risas en bici, en tuk-tuk, en moto, con cervezas y batidos (pineapple para Osku, mix-fruits o banana para Javi y para mi), y pantalones tailandeses/camboyanos y pulseras de colores, y carreras en la playa y caneladas y empanadas y troleys (clon, clon, clon) y foquis....

domingo, abril 02, 2006

La India

A modo de diario, más que de cuaderno de bitácora, relato aquí lo acontecido en esta India que se escapa casi a la misma velocidad que el sol se oculta esta noche en el horizonte.


El país de los colores me recibió con las galas grises de Mumbai, gran pueblo superpoblado al lado de un mar que sus habitantes casi ignoran, con un sol que se esconde cada tarde con un rojo enfermizo. La gran ciudad de aceras dormitorio, baches y barcos-casa en tierra. Los autobuses a cuatro rupias, los taxis a 20, timo no inluido, Isla Elefanta a 500 rupias y 4 horas, el aire... gratis pero escaso. Siete días son muchos para una ciudad así, por eso la octava noche cerramos los ojos en un tren que huía hacia la salida del sol y que paraba 2000 años antes en Aurangabad.


Aurangabad, la puerta de Ajanta y Ellora, es una ciudad de calles rotas y gritos, de rostros adustos y puestos destartalados.


De Ajanta trajimos las sombras de la pintura buidsita e hinduista, un funcionario de hacienda altivo y una comida acompañando a una pareja hindú que nos hablo de la tolerancia y de cómo comer sólo con la mano derecha. Y la carrera hasta el silencio de Ellora, a la sombra de montañas esculpidas de dioses. Allí, oculto entre Brahma, Shiva, Vishnu, Parvati y escenas del Kamasutra, hay un hombre enjuto de pocos dientes y un inglés esforzado que en sus ratos libres limpia las rocas una escoba de ramas secas. El resto del tiempo enseña arte hindú y oscuras salas. Cueva 16, medio día, tal vez 15 estudiantes y un profesor que nos da su clase magistral: los genios que escavaron estas piedras no firmaban porque no buscaban su gloria. A cambio una foto con estos rubios tan extraños.



Cambio de ritmo. Tómese de golpe una hora de taxi sobreocupado, 20 minutos de discusión sobre precios, 2 cierres de mochila, otra hora de taxi, esta vez privado, 8 horas de tren a ninguna parte (cuyo nombre en hindi es Thane), una hora de cola para sacar un billete, 6 horas de asientos disputados y camas compradas, 4 o 5 litros de sudor, un rickshaw tuneado y dos horas de costeños brillantes en un autobús de hojalata. Si se mezcla bien y el cuerpo lo digiere se verá Ganpatipule con su playa al frente. No busque rubios, ni blancos,... tráigalos de casa si los necesita. Aviso: Los lugareños estarán bañándose como si tal cosa. Alguno puede que incluso desee fotografiarse con usted mientras posa cubierto de una mujer desnuda de arena a la que usted acaricia los pechos.

El día de la llegada un chiringuito playero abre sus puertas para contártelo la mañana siguiente y hacerte el desayuno después del baño.

Los rickshaws son el aire ne la cara, las vistas panorámicas y el camino de vuelta a la vía del tren. Ratnagiri tiene una línea que en cinco horas y cien cucarachas llega hasta Kalmari. Desde allí se entra en Panjim por cien rupias. Y se sale de la India. Los templos son iglesias, las estupas se han convertido en cruces, las casas en edificios coloniales, verdes, amarillos, rojos... Y la Poussada de Claudio tiene la cama más dura de la ciudad. Pero Claudio conoce los sitios que hay que ver y te habla del George, del Corino, de Miramar, de Portugal, de Calangute y de un mapa que dibuja con dificultad y asombrosa imprecisión. Y por la noche en Corino te encuentras con Cosme te regala conversación con la cena, que ha estado en Kuwait y no se atreve a cruzar el puente por la noche, y habla siete idiomas... y sabe que Panjim es su lugar, donde debe estar.

A Calangute se llega después de 45 minutos de sudor. Para ver algo de arena entre hamacas atestadas de occidentales rubios y rojos, abrasados, que no buscan ni encuentran, ni tienen, ni son. Sólo dormitan. Calangute es el origen de la escala, el cero de la regleta.

Camino de Mumbai hay 12 horas en un tren con las puertas abiertas al aire de Maharastra, una pareja de médicos hindúes que viven en New Jersey, y un vecino de Bill Gates. Cuenta que su familia murió en Lahore 60 años atrás, habla de yoga, hinduismo, la vida y los viajes. Y viaja en 3-AC con toda su familia. Y cree en milagros, dioses, la realidad (¡la realidad!), las fuentes, ... y los sumideros de calor. Solo dos horas después nos deja meditando, con un boli en la mano y papel de sobras.

La cena está casi servida y el sol se ha puesto ya. Tailandia se acerca...